martes, 21 de septiembre de 2010

Somos árboles

Si un árbol cae y nadie escucha, ¿Hizo ruido?
Y si un árbol crece, cae, muere, y nadie nunca lo supo, ¿Existió? Pues, se podría decir que no, aunque para hacerlo debemos obviar el oxígeno que generó y que permitió vivir, un segundo o mil horas, al cualquier ser.
¿Es importante el sonido o el ruido? Una métafora que nos dibuja con aires egocentristas a nosotros mismos; el interés que nos mueve, hacer las cosas para ser reconocidos y no por fomentar un cambio. El ruido es bastante frívolo, siempre interrumpiendo el aporte, una distracción para el sonido mismo; pero nosotros buscando ese tumulto para llamar la atención.
Nadie se escapa a esa sensación de renovación que emanamos cuando creamos, cuando dejamos salir nuestro ingenio, cuando ayudamos, y se escucha nuestro nombre en los créditos. Porque forma parte del cosquilleo que sentimos por un trabajo excelente y, en el fondo, no soportamos el hecho de que alguien lleve nuestro trabajo escrito en la frente. ¿Lo importante no es hacer el bien?
Eso, es mucho mejor que tener la fama que un favor a la humanidad conlleva; sin embargo, al aparecer frente a una oportunidad de popularidad, todos preferimos ser un grito en el viento a ser ondas perdidas en el espacio.